Monstruos que no puedes ver {Relato Corto}
[They often tell you heroes exist to defeat your fears. What they don't tell you is heroes have fears too.]
Los carteles siempre decían "¡los héroes han llegado, no debéis tener miedo!" Lo que no sabían es que los héroes también tenemos miedos. Y, a veces, el miedo gana la partida.
No os voy a decir que fuera el mejor superhéroe cuando no era capaz de cerrar los ojos sin sentir la ansiedad crecer por mi pecho, cuando dormía de día para evitar acostarme en una habitación a oscuras. Solía trabajar de noche, por irónico que parezca. En una ciudad que nunca duerme la oscuridad nunca llega a reinar del todo. Eso, sin embargo, no me hacía mejor en mi trabajo.
Los pasos a mi espalda me hicieron girarme, solo para saludar con un gesto de cabeza a Ema, mi compañera de aventuras. Ambos solíamos quedar para vigilar la ciudad en el mismo punto, atentos a las cadenas de policía y pendientes del entorno desde ese rascacielos. Noté que llevaba la bufanda verde de su traje cubriendo sus labios, en un intento de que el frío no le alcanzase del todo. Era difícil, estando conmigo.
— Hola, Jack.— Saludó la mujer con suavidad, y el vaho escapó de sus labios como de costumbre.— Siento haberte hecho esperar. Los niños estaban convencidos de que había un monstruo bajo la cama.
— Qué buena madre estás hecha. Luchando contra el crimen y los miedos de tus hijos.— Ella sonrió, bajándose la bufanda para que pudiera ver el gesto en su plenitud.
— ¿No nos dedicamos a eso? ¿A luchar contra el miedo?— Murmuró con cierta ternura en su voz que me hizo corresponder a su sonrisa, antes de que el silencio volviera a envolvernos y la rutina terminara por establecerse del todo. La contaminación lumínica hacía que todo el entorno estuviera cubierto de luz a pesar de las altas horas de la noche, y el sonido de las calles parecía igual de fuerte que de costumbres, pero sin contratiempos.
Entonces… ¿Por qué sentía que algo no iba bien?
Un trueno retumbó a lo lejos, sobresaltando a Ema. Me giré hacia el sonido casi por inercia, aunque la tensión no se fue del todo al notar que, seguido, nos llegaba el sonido de unas sirenas poniéndose en marcha. Podrían haber sido dos actos independientes, pero sabiendo el temor de mi compañera a las tormentas no lo consideré una coincidencia. Me volví hacia ella, notando que estaba más tiesa y que, a pesar de seguir la fuente del sonido, no hacía ánimo de avanzar hacia ella.
— ¿Quieres que vaya yo?— Le sugerí. Sabía lo que el miedo hacía en ti. El frío que subía por su cuerpo y que esa vez no causaba yo. Sabía lo que era bloquearse. No podíamos enfrentarnos a esos monstruos que no podíamos ver.
Esperaba que asintiese, por eso me sorprendí cuando tragó saliva y negó, dando un paso en mi dirección.
— No hace falta. Puedo apañármelas.— Su voz salió en un hilo, forzada pese a las pocas palabras. Noté que se mordía el labio inferior y que, aún así, seguía avanzando. Contuve la sonrisa de orgullo, no era todavía momento para celebrar.
Las sirenas nos guiaron por un entramado de avenidas hacia la parte alta de la ciudad, donde las casas tenían cristaleras grandes, mayordomos que limpiaban cada tramo y una hilera de farolas cubriendo cada metro de las calles, acompañadas de su cámara de seguridad. El aire estaba cargado y algún otro trueno había sonado mientras avanzábamos, como el retumbar previo a la tormenta. El suelo estaba seco todavía, pero el ambiente rezumaba ozono y un calor pozoñoso que, aunque no parecía afectarme, intentaba combatir con el hielo que tan fácilmente dominaba.
Las primeras gotas empezaron a caer sobre el suelo, levantando una capa de humo y contaminación con ellas. Era la primera lluvia en mucho tiempo y se notaba en el ambiente.
Sin embargo, lo peor vino segundos después, cuando simultáneamente todas las luces de la avenida se apagaron y yo, automáticamente, cerré los ojos y me encogí sobre mí mismo.
— ¡Jack!— Intentó llamarme Ema, pero un segundo trueno retumbó sobre nosotros, paralizándonos a la vez. Ni siquiera la luz de los rayos apareció para calmarme, aunque asustara más a mi amiga. Ambos estábamos atrapados por el mismo miedo en situaciones contrarias, solo que ella sabía cómo solucionarlo. Yo, no.
El frío comenzó a subir por mi cuerpo, congelándome aunque no lo notara. La única defensa que conocía contra el miedo era encerrarme en mí mismo, aunque supusiera dejar a Ema atrás, aunque quien fuera que hubiese creado esa trampa se saliese con la suya. Es difícil pensar cuando el miedo te atrapa, sobre todo cuando además juega con tus poderes y te congela de la forma más literal que existe. Los ruidos se iban atenuando a mi alrededor, empezando a cubrirme con una capa de escarcha que me servía de refugio. En mi cabeza solo me repetía una y otra vez que mi miedo era ilógico, que Ema podía estar en peligro, que alguien estaba haciendo todo aquello y tenía que pararle para que otros no sufrieran. Decir era una cosa, pero actuar era distinto.
— Jack, ¿me escuchas? Sé que puedes escucharme. No dejes que te atrape, sé que puedes salir de esta, cielo, abre los ojos.— La voz de Ema me llegaba distante por encima del retumbar de los truenos. ¿Cómo podía seguir ella adelante y yo no? ¿Acaso ella era más fuerte? ¿Acaso yo no era un héroe también? Llevaba defendiendo la ciudad desde que había aprendido a controlar mi poder y no podía detenerme ahora.— Jack…
El sonido del hielo quebrándose suplió al de los truenos durante unos instantes, deshaciéndome de mis ataduras. No abrí los ojos todavía, no estaba preparado para ello. El corazón me latía muy rápido y sabía que, si abría los ojos y no veía nada, sería peor. Me aparté unos pasos del caparazón de hielo en el que había intentado encerrarme, sacudiéndome los restos de los hombros y el pelo con un par de gestos. Estaba conteniendo la respiración y no podía más, por lo que solté el aire despacio y me estiré lo máximo posible. Por Ema, por sus hijos, por todos aquellos que veían en mi la fuerza de voluntad para enfrentarse a sus miedos, tenía que hacerlo. Inspiré hondo.
Y abrí los ojos.
Al principio la oscuridad reinaba a mi alrededor, tan aterradora como la recordaba. Hacía muchos años que no me había visto en una situación parecida, todo envuelto en una capa gris, en un abismo donde las sombras no se distinguían. Pero recordaba la sensación de inseguridad que volvía a intentar subir por mi espalda y cubrirme de nuevo. La detuve a duras penas, con los brazos temblando. Poco a poco empecé a distinguir las siluetas de los edificios y de los objetos en la calle: coches caros, algunos de ellos cubiertos en parte por la escarcha. El miedo siempre me hacía descuidar el alcance de mi poder.
Al poco tiempo reconocí a Ema a pocos pasos de mi. Levitaba, seguramente en un intento de esquivar el frío helado que había en la calle. Aún así, temblaba con cada trueno que surcaba el cielo.
— Ema, ¿estás bien?— Pregunté, y pude escuchar el suspiro de alivio pese a los metros que nos separaban. Se acercó corriendo a mi lado y me abrazó sin siquiera pisar el suelo. Si no hubiera estado tan nervioso tal vez habría podido corresponder aquel abrazo.
— ¡No me vuelvas a asustar así!— Murmuró, apartándose y posándose a mi lado. Los truenos todavía hacían que se encogiera, así como yo temblaba con la sola mención de la oscuridad, pero ahí seguíamos. Miramos alrededor hasta que dimos con la fuente de toda la oscuridad, que parecía fluir a nuestro alrededor. Es extraño hablar de una oscuridad móvil, pero yo podía sentirla desplazándose a nuestro alrededor, tan densa como un humo o una niebla que absorbía la luz. Un recuerdo volvió a mi cabeza.
— Antes la policía…
— Se adelantaron y desaparecieron.— Confirmó Ema, haciéndome dudar. ¿Podríamos con algo así?— ¿Te preocupa? Siempre hemos sido mejores que la policía.
— Por lo general, nuestros villanos no son la representación de nuestros miedos.— Hablar lo hacía más fácil. Vocalizar que tenía miedo me quitaba parte de esa sensación de disgusto, pero avanzar seguía sin resultarme del todo sencillo. Noté que Ema se acercaba un paso más y apretaba su mano contra la mía, nerviosa. Yo no dije nada y apreté con todavía más fuerza.— Está ahí delante.
— Lo sé.
— ¿Podremos con él?— Pude distinguir su rostro girándose hacia mi, y creo que también recuerdo el brillo de sus ojos en aquel momento, segundos antes de asentir. Estaba determinada. Asustada, pero decidida.
— No podemos dejarle ganar, somos héroes, ¿no?
Sonreí, asintiendo. No solté su mano cuando me adentré en la niebla cada vez más densa, más oscura. La silueta de Ema desapareció de mi lado y la sentí volar mientras enfocaba nuestro objetivo. Yo aceleré, intentando que el miedo no me alcanzara.
Había otras cosas más importantes.
Los carteles siempre decían "¡los héroes han llegado, no debéis tener miedo!" Lo que no sabían es que los héroes también tenemos miedos. Y, a veces, el miedo gana la partida.
No os voy a decir que fuera el mejor superhéroe cuando no era capaz de cerrar los ojos sin sentir la ansiedad crecer por mi pecho, cuando dormía de día para evitar acostarme en una habitación a oscuras. Solía trabajar de noche, por irónico que parezca. En una ciudad que nunca duerme la oscuridad nunca llega a reinar del todo. Eso, sin embargo, no me hacía mejor en mi trabajo.
Los pasos a mi espalda me hicieron girarme, solo para saludar con un gesto de cabeza a Ema, mi compañera de aventuras. Ambos solíamos quedar para vigilar la ciudad en el mismo punto, atentos a las cadenas de policía y pendientes del entorno desde ese rascacielos. Noté que llevaba la bufanda verde de su traje cubriendo sus labios, en un intento de que el frío no le alcanzase del todo. Era difícil, estando conmigo.
— Hola, Jack.— Saludó la mujer con suavidad, y el vaho escapó de sus labios como de costumbre.— Siento haberte hecho esperar. Los niños estaban convencidos de que había un monstruo bajo la cama.
— Qué buena madre estás hecha. Luchando contra el crimen y los miedos de tus hijos.— Ella sonrió, bajándose la bufanda para que pudiera ver el gesto en su plenitud.
— ¿No nos dedicamos a eso? ¿A luchar contra el miedo?— Murmuró con cierta ternura en su voz que me hizo corresponder a su sonrisa, antes de que el silencio volviera a envolvernos y la rutina terminara por establecerse del todo. La contaminación lumínica hacía que todo el entorno estuviera cubierto de luz a pesar de las altas horas de la noche, y el sonido de las calles parecía igual de fuerte que de costumbres, pero sin contratiempos.
Entonces… ¿Por qué sentía que algo no iba bien?
Un trueno retumbó a lo lejos, sobresaltando a Ema. Me giré hacia el sonido casi por inercia, aunque la tensión no se fue del todo al notar que, seguido, nos llegaba el sonido de unas sirenas poniéndose en marcha. Podrían haber sido dos actos independientes, pero sabiendo el temor de mi compañera a las tormentas no lo consideré una coincidencia. Me volví hacia ella, notando que estaba más tiesa y que, a pesar de seguir la fuente del sonido, no hacía ánimo de avanzar hacia ella.
— ¿Quieres que vaya yo?— Le sugerí. Sabía lo que el miedo hacía en ti. El frío que subía por su cuerpo y que esa vez no causaba yo. Sabía lo que era bloquearse. No podíamos enfrentarnos a esos monstruos que no podíamos ver.
Esperaba que asintiese, por eso me sorprendí cuando tragó saliva y negó, dando un paso en mi dirección.
— No hace falta. Puedo apañármelas.— Su voz salió en un hilo, forzada pese a las pocas palabras. Noté que se mordía el labio inferior y que, aún así, seguía avanzando. Contuve la sonrisa de orgullo, no era todavía momento para celebrar.
Las sirenas nos guiaron por un entramado de avenidas hacia la parte alta de la ciudad, donde las casas tenían cristaleras grandes, mayordomos que limpiaban cada tramo y una hilera de farolas cubriendo cada metro de las calles, acompañadas de su cámara de seguridad. El aire estaba cargado y algún otro trueno había sonado mientras avanzábamos, como el retumbar previo a la tormenta. El suelo estaba seco todavía, pero el ambiente rezumaba ozono y un calor pozoñoso que, aunque no parecía afectarme, intentaba combatir con el hielo que tan fácilmente dominaba.
Las primeras gotas empezaron a caer sobre el suelo, levantando una capa de humo y contaminación con ellas. Era la primera lluvia en mucho tiempo y se notaba en el ambiente.
Sin embargo, lo peor vino segundos después, cuando simultáneamente todas las luces de la avenida se apagaron y yo, automáticamente, cerré los ojos y me encogí sobre mí mismo.
— ¡Jack!— Intentó llamarme Ema, pero un segundo trueno retumbó sobre nosotros, paralizándonos a la vez. Ni siquiera la luz de los rayos apareció para calmarme, aunque asustara más a mi amiga. Ambos estábamos atrapados por el mismo miedo en situaciones contrarias, solo que ella sabía cómo solucionarlo. Yo, no.
El frío comenzó a subir por mi cuerpo, congelándome aunque no lo notara. La única defensa que conocía contra el miedo era encerrarme en mí mismo, aunque supusiera dejar a Ema atrás, aunque quien fuera que hubiese creado esa trampa se saliese con la suya. Es difícil pensar cuando el miedo te atrapa, sobre todo cuando además juega con tus poderes y te congela de la forma más literal que existe. Los ruidos se iban atenuando a mi alrededor, empezando a cubrirme con una capa de escarcha que me servía de refugio. En mi cabeza solo me repetía una y otra vez que mi miedo era ilógico, que Ema podía estar en peligro, que alguien estaba haciendo todo aquello y tenía que pararle para que otros no sufrieran. Decir era una cosa, pero actuar era distinto.
— Jack, ¿me escuchas? Sé que puedes escucharme. No dejes que te atrape, sé que puedes salir de esta, cielo, abre los ojos.— La voz de Ema me llegaba distante por encima del retumbar de los truenos. ¿Cómo podía seguir ella adelante y yo no? ¿Acaso ella era más fuerte? ¿Acaso yo no era un héroe también? Llevaba defendiendo la ciudad desde que había aprendido a controlar mi poder y no podía detenerme ahora.— Jack…
El sonido del hielo quebrándose suplió al de los truenos durante unos instantes, deshaciéndome de mis ataduras. No abrí los ojos todavía, no estaba preparado para ello. El corazón me latía muy rápido y sabía que, si abría los ojos y no veía nada, sería peor. Me aparté unos pasos del caparazón de hielo en el que había intentado encerrarme, sacudiéndome los restos de los hombros y el pelo con un par de gestos. Estaba conteniendo la respiración y no podía más, por lo que solté el aire despacio y me estiré lo máximo posible. Por Ema, por sus hijos, por todos aquellos que veían en mi la fuerza de voluntad para enfrentarse a sus miedos, tenía que hacerlo. Inspiré hondo.
Y abrí los ojos.
Al principio la oscuridad reinaba a mi alrededor, tan aterradora como la recordaba. Hacía muchos años que no me había visto en una situación parecida, todo envuelto en una capa gris, en un abismo donde las sombras no se distinguían. Pero recordaba la sensación de inseguridad que volvía a intentar subir por mi espalda y cubrirme de nuevo. La detuve a duras penas, con los brazos temblando. Poco a poco empecé a distinguir las siluetas de los edificios y de los objetos en la calle: coches caros, algunos de ellos cubiertos en parte por la escarcha. El miedo siempre me hacía descuidar el alcance de mi poder.
Al poco tiempo reconocí a Ema a pocos pasos de mi. Levitaba, seguramente en un intento de esquivar el frío helado que había en la calle. Aún así, temblaba con cada trueno que surcaba el cielo.
— Ema, ¿estás bien?— Pregunté, y pude escuchar el suspiro de alivio pese a los metros que nos separaban. Se acercó corriendo a mi lado y me abrazó sin siquiera pisar el suelo. Si no hubiera estado tan nervioso tal vez habría podido corresponder aquel abrazo.
— ¡No me vuelvas a asustar así!— Murmuró, apartándose y posándose a mi lado. Los truenos todavía hacían que se encogiera, así como yo temblaba con la sola mención de la oscuridad, pero ahí seguíamos. Miramos alrededor hasta que dimos con la fuente de toda la oscuridad, que parecía fluir a nuestro alrededor. Es extraño hablar de una oscuridad móvil, pero yo podía sentirla desplazándose a nuestro alrededor, tan densa como un humo o una niebla que absorbía la luz. Un recuerdo volvió a mi cabeza.
— Antes la policía…
— Se adelantaron y desaparecieron.— Confirmó Ema, haciéndome dudar. ¿Podríamos con algo así?— ¿Te preocupa? Siempre hemos sido mejores que la policía.
— Por lo general, nuestros villanos no son la representación de nuestros miedos.— Hablar lo hacía más fácil. Vocalizar que tenía miedo me quitaba parte de esa sensación de disgusto, pero avanzar seguía sin resultarme del todo sencillo. Noté que Ema se acercaba un paso más y apretaba su mano contra la mía, nerviosa. Yo no dije nada y apreté con todavía más fuerza.— Está ahí delante.
— Lo sé.
— ¿Podremos con él?— Pude distinguir su rostro girándose hacia mi, y creo que también recuerdo el brillo de sus ojos en aquel momento, segundos antes de asentir. Estaba determinada. Asustada, pero decidida.
— No podemos dejarle ganar, somos héroes, ¿no?
Sonreí, asintiendo. No solté su mano cuando me adentré en la niebla cada vez más densa, más oscura. La silueta de Ema desapareció de mi lado y la sentí volar mientras enfocaba nuestro objetivo. Yo aceleré, intentando que el miedo no me alcanzara.
Había otras cosas más importantes.
AY ME ENCANTA ME ENCANTAAAAAAA quiero máaaaas *-*
ResponderEliminarEn realidad iba a seguir escribiendo el relato... Pero sentí que la cagaba si seguía xD Así que me dije que mejor parar, pero si puedo intentaré buscarle continuación, porque me quedé con ganas.
EliminarTal vez podría pegar un poco con la siguiente parte del reto. No lo sé.
¡Genial! Me gusta mucho cómo lo has enfocado y la profundidad de ambos personajes, que a veces no es fácil en un relato tan corto darles un transfondo acorde con la longitud de lo que se escribe.
ResponderEliminarUn beso~
Luver (La galleta mordida)
Buah, me alegra muchísimo que hagas ese comentario, porque no me lo esperaba. Si he logrado todo lo que dices me doy por satisfecha, de verdad *3* Un besazo! <3
EliminarHolaa!
ResponderEliminarEn primer lugar comentarte que soy nueva por aquí y me quedo en tu blog.
En segundo lugar, decir que me ha gustado mucho la historia, espero seuir leyendo cosas tuyas guapi.
Y por último comentarte que vengo de la iniciativa ¿Tu me comentas? Yo te comento y a partir de ahora tendras mis comentarios, espero los tuyos. Un besito y me encanta tu diseño.
Besos desde https://msgarciablog.blogspot.com.es/
¡Hola!
EliminarMe alegra que te gustara el relato. Si todo va bien tendrás relatos todas las semanas.
¡Un besín!