Reviviendo Leyendas IV. Siempre hay un pero

 ¡Buenos días!

Ya iba siendo hora de volver a traeros un capítulo de Reviviendo Leyendas (pronto le crearé un índice a la historia, I promise). Además he decidido revivir un poco mi wattpad (el otro día leí mucho en blablacar y me picó el gusanillo) y he empezado a subirla, así que si preferís leer la historia allí, podéis.
Pero bueno, a lo que nos atrae. Nayde está cambiando un poco su aspecto ahora que se acercan los duelos públicos, sabiendo que una buena imagen puede servirle tanto como un buen hechizo. ¿Qué tal le irá en su prueba final?



Al finalizar los exámenes, mi matrícula en orígenes de la magia me consiguió un puesto entre los diez mejores estudiantes de la academia. Lina y Kevin se habían quedado a las puertas, aunque un par de profesores habían visto sus aptitudes para la creación de canalizadores y les había puesto en contacto con una buena empresa. Me sentía bien por ellos, pero eso significaba que dejaban la academia mientras a mí todavía me quedaba una serie de duelos para obtener el título a mejor estudiante (y su correspondiente varita último modelo, lo cual me motivaba bastante).

Pensé que iba a sentirme sola, cuando me enteré que mi madre pensaba ir a visitarme a la academia, para recoger las cosas de mi habitación y prepararme para abandonar el que había sido mi hogar durante tanto tiempo. Decidí darme un buen baño para la ocasión, me corté el pelo con uno de los hechizos que había diseñado una compañera como proyecto final, y fui consciente de lo mucho que había pasado de mi aspecto en una semana. El espejo seguía devolviéndome una mirada marrón cubierta de cansancio que parecía suplicar por dormir durante al menos un mes.


— Tendrás que esperar un poco más para eso— Me dije medio en broma, masajeándome las bolsas de los ojos como si con eso fueran a desaparecer.

— ¿Deseando perder, Nadie?— Escuché una voz a mis espaldas que hizo que me sobresaltase. Al darme la vuelta Cédric (que obviamente también había conseguido su puesto entre los mejores estudiantes) me andaba observando con bastante intensidad— Parece que ya vuelves a parecer una chica decente y todo.

Intenté no acalorarme, pero estaba tan desprevenida que incluso un comentario suyo me había puesto nerviosa.

— ¿Qué haces aquí, Cédric? Creí que estabas en otra planta.

—  Mi planta está muy vacía y decidí investigar— Alcé una ceja. No me creía aquella mentira— Además, me gusta ver a mis rivales antes de enfrentarme a ellos.

Dispuesta a ignorarle, cogí mis cosas y salí del baño. Nada más pasar por su lado, Cédric se colocó a mi espalda y caminó hacia mi habitación.

— ¿Puedo preguntarte qué hiciste en tu discurso sobre la magia?— Aquella vez Cédric sonaba más humano, más consciente de que con odio no lograría su objetivo. Pero sin embargo no estaba tampoco dispuesta a decirle nada. No después de tratarme como la mierda desde que nos conocimos.

— No creo que te importe, total, es una chorrada de asignatura, ¿no?— Muy poca gente apreciaba los orígenes de la magia. Solo sabían mirar hacia delante, hacia el futuro y las promesas de un mundo mejor al utilizar los canalizadores.

— No me parece una chorrada, y nunca me lo ha parecido— Admitió él, con tanta sinceridad que me hizo titubear. Me giré y vi que alzaba una ceja, consciente de que me había sorprendido por su respuesta. Solo sonreía mientras caminaba— Estamos hablando de un mundo en el que la magia lo inundaba todo, en el que aspirábamos a tocar el cielo. Claro que me encantan los orígenes de la magia…

— Pero existe un pero, ¿verdad?— Me atreví a comentar, deteniéndome frente a una ventana. Afuera los estudiantes se despedían de sus compañeros y comenzaban una nueva etapa de su vida. Yo no veía el momento de salir de ahí. Sobre todo en aquel instante.

Cédric chasqueó la lengua, bajando la vista y admitiendo sin hablar que estaba en lo cierto.

— Pero no da futuro. Y es algo que tengo que mirar.

— Podría darte mucho si lo haces bien, ¿acaso tienes miedo de fastidiarla?— Me atreví a picarle, consciente de que se inflaría y tal vez volvería a lanzarme una amenaza por lo bajo. Para mi sorpresa, él se limitó a asentir.

— Claro que me asusta ser un mindundi, alguien de mi posición aspira alto… Si tu la fastidias, nada malo pasará.— Inspiré hondo, intentando mostrarle que estaba ofendida por su comentario, pero Cédric estaba demasiado absorto en sus pensamientos como para haberlo dicho con malicia. Se estaba abriendo de verdad.— Pero yo, con mi padre en la cumbre del mundo mágico y mi madre aspirando a diplomática… su hijo tiene que hacer cosas grandes.

Podía ser un idiota redomado, pero Cédric tenía razón en aquello. Me tomé mejor su actitud, aunque seguía molesta.

— En realidad no le dije mucho, solo lo que yo he pensado… Que la magia se esfumó porque hubo un cambio en ella, no nada que pudiéramos prever, pero no nos adaptamos a ese cambio.

— ¿En serio? ¿Esa chorrada?

Me encogí de hombros.

— ¿Qué pensabas?

— No sé, que eras una cerebrito.

— Cédric, soy una cerebrito.- Dije, algo molesta.- Soy un poco cerebrito, al menos.

—  Sí, pero creí…- Suspiró, pasándose una mano por el cabello rubio, alborotándoselo.— Necesito saberlo, Nadie.

— Al menos podrías llamarme por mi nombre— Repliqué, girando la cabeza y volviendo a ponerme en marcha.— Bueno, creo que hemos hablado suficiente, Cédric. Muchísimas gracias por tu conversación.

— Nayde…- Me di la vuelta, sorprendida por su llamada. Volví a girarme, y sonreía con suavidad.— Buena suerte. Supongo que la necesites.

Bajó la vista a mi varita, y yo hice lo mismo. En realidad sí, necesitaría un buen golpe de suerte para ganar con aquella varita.

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