El diario de Lucía: la flauta dorada.
Si os preguntáis de qué va esto, yo también me lo pregunto un poco. Pero bueno, os voy a poner en situación.
Durante las últimas jornadas "minas tirith" vi en el navegador de mis primos la pestaña de popmundo. Ya sabía que mis primos son unos amantes de esta página, que yo de pequeña le había dado una oportunidad y me había rendido antes de empezar casi. Llevamos ya diez lecciones de las jornadas y casi desde ese mismo tiempo a mí me picaba el gusanillo de volver a hacerme una cuenta.
Y como veréis en esta entrada de Laura, soy procastinator furiosa, así que tenía que hacer honor a mi nombre.
Y me creé a Lucía Fossas Espalder, originaria de Barcelona, con un padre que la empuja hacia la economía mientras ella se rebela y sigue su sueño: ser una estrella... de la música clásica.
Supuestamente la gente con cuenta VIP tiene la opción de subir entradas a su blog. Pero yo soy pobre, así que me he decidido por algo más sencillo como escribir aquí. Así que iré escribiendo entradas como si estuvieran escritas por mi pequeña artista, como si fuera en su blog personal, para compensar. Espero que os guste, porque a mí me tiene muy emocionada la chiquilla.
Y, sin más dilación, os dejo con Lucía.
Los segundos antes de entrar a un escenario siempre se me han hecho eternos. A veces es imposible olvidar el pasado, a tu padre gruñendo que le pondrás en ridículo, a tu madre callando, como siempre, porque seguir tus sueños es más difícil de lo que parece, sobre todo cuando careces de apoyo.
No quiero decir que mi padre no hubiera ayudado un poco a mi formación: me da casa, me paga la universidad, me compró mi primer instrumento musical. Pero eso no significa que tenga todo su apoyo. Si por él fuera me ponía a trabajar en su empresa y seguir sus pasos, dejando atrás mi sueño para siempre.
Pero la música nos guía, ¿no? Es tener las manos sobre mi flauta y sentir que todo va a salir bien. Puede que esté empezando todavía y que aún quede mucho que mejorar, pero sé que va a salir bien. Tarde o temprano, eso es cierto, pero alcanzaré mi sueño, y le demostraré a mis padres que puedo hacerlo. Sola.
Esto ya no es el conservatorio, ya no soy yo entre un grupo de orquesta. Ahora los focos solo me iluminan a mí, y una flauta bañada en oro, regalo de mi madre antes de mi primer concierto. A veces, cuando siento el fracaso clavarse en mi espalda en un intento de hundirme, paso la mano por sus botones dorados, y entonces esa presión se alivia y me siento libre, capaz de flotar si hiciera falta. Puede significar muy poco, pero junto a ese objeto me siento segura.
Y entonces los minutos pasan volando y un gerente pronuncia mi nombre. Mis manos tiemblan mientras asciendo al escenario y miro al público con los ojos entrecerrados. Han venido aquí a escucharme, han pagado una entrada por oír a una chica que no es nadie, pero que lo será. Aprieto las manos firmemente sobre los dedos de mi flauta, ya no tengo un atril con una partitura delante sobre la que guiarme, ahora prima mi memoria. Aprieto los labios e inspiro hondo, recordando cada momento del pasado, las dudas de mi padre, las miradas desconfiadas de mis profesores, los primeros conciertos. Lo dejo todo atrás en cuanto los focos se atenúan y puedo ver hasta donde he llegado: el público que me sigue y me apoya, la gente que sí está ahí para verme despegar.
Y entonces hago una reverencia hacia ellos, tan agradecida que me siento temblar, pero es por ese público por el que estoy aquí. Son ellos quienes me hacen grande.
Y es entonces, solo entonces, cuando me pongo a tocar.
Durante las últimas jornadas "minas tirith" vi en el navegador de mis primos la pestaña de popmundo. Ya sabía que mis primos son unos amantes de esta página, que yo de pequeña le había dado una oportunidad y me había rendido antes de empezar casi. Llevamos ya diez lecciones de las jornadas y casi desde ese mismo tiempo a mí me picaba el gusanillo de volver a hacerme una cuenta.
Y como veréis en esta entrada de Laura, soy procastinator furiosa, así que tenía que hacer honor a mi nombre.
Y me creé a Lucía Fossas Espalder, originaria de Barcelona, con un padre que la empuja hacia la economía mientras ella se rebela y sigue su sueño: ser una estrella... de la música clásica.
Supuestamente la gente con cuenta VIP tiene la opción de subir entradas a su blog. Pero yo soy pobre, así que me he decidido por algo más sencillo como escribir aquí. Así que iré escribiendo entradas como si estuvieran escritas por mi pequeña artista, como si fuera en su blog personal, para compensar. Espero que os guste, porque a mí me tiene muy emocionada la chiquilla.
Y, sin más dilación, os dejo con Lucía.
Los segundos antes de entrar a un escenario siempre se me han hecho eternos. A veces es imposible olvidar el pasado, a tu padre gruñendo que le pondrás en ridículo, a tu madre callando, como siempre, porque seguir tus sueños es más difícil de lo que parece, sobre todo cuando careces de apoyo.
No quiero decir que mi padre no hubiera ayudado un poco a mi formación: me da casa, me paga la universidad, me compró mi primer instrumento musical. Pero eso no significa que tenga todo su apoyo. Si por él fuera me ponía a trabajar en su empresa y seguir sus pasos, dejando atrás mi sueño para siempre.
Pero la música nos guía, ¿no? Es tener las manos sobre mi flauta y sentir que todo va a salir bien. Puede que esté empezando todavía y que aún quede mucho que mejorar, pero sé que va a salir bien. Tarde o temprano, eso es cierto, pero alcanzaré mi sueño, y le demostraré a mis padres que puedo hacerlo. Sola.
Esto ya no es el conservatorio, ya no soy yo entre un grupo de orquesta. Ahora los focos solo me iluminan a mí, y una flauta bañada en oro, regalo de mi madre antes de mi primer concierto. A veces, cuando siento el fracaso clavarse en mi espalda en un intento de hundirme, paso la mano por sus botones dorados, y entonces esa presión se alivia y me siento libre, capaz de flotar si hiciera falta. Puede significar muy poco, pero junto a ese objeto me siento segura.
Y entonces los minutos pasan volando y un gerente pronuncia mi nombre. Mis manos tiemblan mientras asciendo al escenario y miro al público con los ojos entrecerrados. Han venido aquí a escucharme, han pagado una entrada por oír a una chica que no es nadie, pero que lo será. Aprieto las manos firmemente sobre los dedos de mi flauta, ya no tengo un atril con una partitura delante sobre la que guiarme, ahora prima mi memoria. Aprieto los labios e inspiro hondo, recordando cada momento del pasado, las dudas de mi padre, las miradas desconfiadas de mis profesores, los primeros conciertos. Lo dejo todo atrás en cuanto los focos se atenúan y puedo ver hasta donde he llegado: el público que me sigue y me apoya, la gente que sí está ahí para verme despegar.
Y entonces hago una reverencia hacia ellos, tan agradecida que me siento temblar, pero es por ese público por el que estoy aquí. Son ellos quienes me hacen grande.
Y es entonces, solo entonces, cuando me pongo a tocar.
Has logrado plasmar a la perfección las emociones del personaje. Ese nerviosismo y el miedo de no saber que ocurrirá.
ResponderEliminarPero Lucia sabe que la música la llevará por buen camino y eso es lo que importa.
Ya lo dice el dicho: "Lo bueno y breve dos veces bueno" Me ha encantado tu texto, como siempre logras llegarme a la patata :3
Un beso
Lena
nooo ¿porque? acabas de mostrarme una pagina con la que seguramente voy a viciarme, como si no tubiera otras cosas que hacer xDD
ResponderEliminarMuy buena la primera entrada del diario, casi te hace sentir las emociones de Lucia