El principe elocuente y la doncella risueña
¡Buenos días!
Revisando iniciativas vi que tenía pendiente hacer algo para la de "cuéntame un cuento" que bueno, supongo que con el título quede claro su funcionamiento. E ilusionada de mí, me puse a ello...
Pero no me fijé en la fecha, y de golpe vi que el reto era para el mes de junio y ya veis qué día es hoy. En fin, que tengo un relato muy bonito que no puede participar y prefiero subirlo a que coja polvo en mi carpeta de relatos. ¡Espero que os guste!
Érase una vez un príncipe. No era un príncipe normal, de los que luchan con espada, escudo y armadura. Ni siquiera era de aquellos que hacían gala de sus dotes de monta o de su precisión con el arco. Nuestro príncipe tenía un arma distinta al resto de sus contrincantes, un arma mucho más mortífera si se sabía empuñar.
Era hábil con el habla.
Había estado desarrollando su carisma e ingenio desde la edad más temprana, buscando siempre soluciones en palabras en vez de en espadas, empuñando la pluma con habilidad. Su voz, suave y melodiosa, pronto se convirtió en una atracción, un reto para aquellos otros jóvenes que se negaban a creer que su inteligencia fuera inferior. Muchos guerreros y algunos otros regentes intentaron encontrar una frase que dejara al príncipe sin habla, pero apenas eran capaces de empezar la conversación y, con hábiles fintas y florituras verbales, nuestro príncipe poco a poco fue venciendo a cada uno de ellos, desplumándoles de un arma que nunca fue suya en realidad.
Se le conocía como el príncipe elocuente. Y nadie parecía poder hacerle frente.
Pronto nuestro príncipe creció, y su padre fue consciente de que estaba en edad casadera. Cuando al palacio siempre habían entrado hombres para conversar y enfrentarse al joven, pronto llegaron damiselas, doncellas que llenaban aquel palacio de risa, cuchicheos y un nuevo arma que el príncipe no tardó en intentar comprender.
El coqueteo.
Las insinuaciones y las miradas que cubrían el castillo hacían reír al joven príncipe, y pronto, ante él, llegó una doncella muy distinta al resto, cuyos ojos verdes brillaban como esmeraldas cada vez que se cruzaban con los suyos, cuya sonrisa siempre se curvaba una milésima al verlo entrar a la misma sala en la que estaba. Podía ver sus dientes blancos mordiendo con suavidad su labio inferior, y, cuando al fin estuvieron frente a frente, el príncipe, intentando hacer uso de su labia habitual, se quedó callado.
Con la boca todavía entreabierta intentando buscar las palabras adecuadas, el príncipe carraspeó y volvió a intentarlo. Pero no podía, se había quedado sin palabras.
La joven doncella sonrió, rodeando sus brazos mientras empezaba a andar.
- No sabia que fueras tímido- Bromeó ella. El príncipe intentó defenderse, pero su única arma le había traicionado por completo y solo pudo encogerse de hombros. La joven soltó una risa- No pasa nada, puedo hablar yo.
Él asintió, esperando que el habla le volviera pronto, pero disfrutando de la melodiosa voz de la joven que le había dejado sin palabras.
Y así el príncipe descubrió dos cosas: que la escucha es un arma tan poderosa como el habla, y que los labios de una doncella risueña saben a frambuesas al atardecer.
Revisando iniciativas vi que tenía pendiente hacer algo para la de "cuéntame un cuento" que bueno, supongo que con el título quede claro su funcionamiento. E ilusionada de mí, me puse a ello...
Pero no me fijé en la fecha, y de golpe vi que el reto era para el mes de junio y ya veis qué día es hoy. En fin, que tengo un relato muy bonito que no puede participar y prefiero subirlo a que coja polvo en mi carpeta de relatos. ¡Espero que os guste!
Érase una vez un príncipe. No era un príncipe normal, de los que luchan con espada, escudo y armadura. Ni siquiera era de aquellos que hacían gala de sus dotes de monta o de su precisión con el arco. Nuestro príncipe tenía un arma distinta al resto de sus contrincantes, un arma mucho más mortífera si se sabía empuñar.
Era hábil con el habla.
Había estado desarrollando su carisma e ingenio desde la edad más temprana, buscando siempre soluciones en palabras en vez de en espadas, empuñando la pluma con habilidad. Su voz, suave y melodiosa, pronto se convirtió en una atracción, un reto para aquellos otros jóvenes que se negaban a creer que su inteligencia fuera inferior. Muchos guerreros y algunos otros regentes intentaron encontrar una frase que dejara al príncipe sin habla, pero apenas eran capaces de empezar la conversación y, con hábiles fintas y florituras verbales, nuestro príncipe poco a poco fue venciendo a cada uno de ellos, desplumándoles de un arma que nunca fue suya en realidad.
Se le conocía como el príncipe elocuente. Y nadie parecía poder hacerle frente.
Pronto nuestro príncipe creció, y su padre fue consciente de que estaba en edad casadera. Cuando al palacio siempre habían entrado hombres para conversar y enfrentarse al joven, pronto llegaron damiselas, doncellas que llenaban aquel palacio de risa, cuchicheos y un nuevo arma que el príncipe no tardó en intentar comprender.
El coqueteo.
Las insinuaciones y las miradas que cubrían el castillo hacían reír al joven príncipe, y pronto, ante él, llegó una doncella muy distinta al resto, cuyos ojos verdes brillaban como esmeraldas cada vez que se cruzaban con los suyos, cuya sonrisa siempre se curvaba una milésima al verlo entrar a la misma sala en la que estaba. Podía ver sus dientes blancos mordiendo con suavidad su labio inferior, y, cuando al fin estuvieron frente a frente, el príncipe, intentando hacer uso de su labia habitual, se quedó callado.
Con la boca todavía entreabierta intentando buscar las palabras adecuadas, el príncipe carraspeó y volvió a intentarlo. Pero no podía, se había quedado sin palabras.
La joven doncella sonrió, rodeando sus brazos mientras empezaba a andar.
- No sabia que fueras tímido- Bromeó ella. El príncipe intentó defenderse, pero su única arma le había traicionado por completo y solo pudo encogerse de hombros. La joven soltó una risa- No pasa nada, puedo hablar yo.
Él asintió, esperando que el habla le volviera pronto, pero disfrutando de la melodiosa voz de la joven que le había dejado sin palabras.
Y así el príncipe descubrió dos cosas: que la escucha es un arma tan poderosa como el habla, y que los labios de una doncella risueña saben a frambuesas al atardecer.
AY, qué adorable y asdfghdasjh Jé, me ha gustado mucho <3
ResponderEliminar¡Que bonitoooooo! :3
ResponderEliminarMe encanta el final que le has dado, es tan tierno.
Nunca se me ha dado bien escribir cuentos y ahora mismo te tengo un poco de envidia por lo bien que te ha quedado este jejeje
Un besotee
Lena
Ay, pero que final más cuqui *____* Me ha encantado el relato.
ResponderEliminar¡Un besito!
Que bello finaaal skdjfhkdfdjaks me encantó el relato me quedé toda sdhkahd con el principe <3
ResponderEliminar¡Hermoso!
¡Un besote Gema! ¡nos leemos!
Hola! Acabo de enamorarme de tu blog ^^
ResponderEliminarVoy a seguirte en GFC ♥
Lo más seguro es que por el contenido, pase mucho tiempo por acá jaja
http://wingsofanne-sophie.blogspot.com/