Reviviendo Leyendas II. Nadie
¡Buenos días!
Si me seguís en twitter ya sabréis que el motivo por el cual no subí entrada fue que estaba enferma, pero por si acaso, os lo recuerdo por aquí. De todos modos llegan pronto los examenes y es posible que hasta nuevo aviso deje las entradas de los miércoles como algo opcional.
En fin.
Esta vez he decidido traeros un nuevo relato de la historia que la semana pasada consiguió muchos buenos comentarios y podéis leer aquí. Nuestra protagonista se llama Nayde (por cierto, seguramente en twitter hayáis visto que fangirleo mucho con ella) y como fue un personaje con el que roleé, tiene una actriz que la interpreta. De momento os he puesto un fanart, aunque tal vez sepáis sacar de quién se trata. Si subo su ficha os diré quién es :)
Ahora os dejo este relato pero antes desearos un feliz fin de semana :)
Tras más de cinco años estudiando en la academia de magia Thompson, una de las más prestigiosas de toda Auria, estaba lista para el examen final. Seguramente lo aprobaría sin mayor dificultad, pero ese no era el premio. Cientos de hechiceros salían de sus puertas cada año y labrarse un futuro en un mundo en el que la magia escasea era cada vez más difícil.
No, yo no quería ser una más. Quería ser la mejor. Una pizca de ambición, quizás.
En parte, también quería el premio.
Al finalizar el curso escolar, los alumnos éramos puestos a prueba en diferentes tests de aptitud, la comprensión de la magia, memorización de los hechizos y todo lo que habíamos aprendido. Tras todo aquello se seleccionaba a los que obtenían las mejores notas y se realizaban duelos entre los estudiantes en los que el vencedor recibía un lujoso y potente canalizador, una varita de los mejores fabricantes del país, capaz de reducir el costo energético de los hechizos una barbaridad. Las habíamos podido probar cuando hubo una conferencia sobre canalizadores y sus propiedades, y había sentido como la magia fluía por cada hechizo, casi sin sentirla.
Había sido maravilloso.
Así que me había dispuesto conseguirla.
Me pasaba los días en la biblioteca, estudiando hechizos y recogiendo información sobre la magia. Mis notas siempre habían sido de las más altas de la clase, aunque siempre fallaba en la práctica. Los hechizos nunca me salían con fluidez, aunque puede que se debiera a mi varita.
Dejé el libro de lado, algo desconcentrada, y me giré para observarla. A simple vista podría parecer una rama con grabados, pero era bastante más. Se había reentramado la corteza del sauce del cual había salido y se veía que eran las propias vetas de la madera las que formaban los grabados. Tenía alguna pequeña tara y otras anormalidades, y podría haber tenido incrustaciones como las de los bastones, que daban mayor potencia, pero no era algo que pudiéramos permitirnoslo.
La magia era para personas pudientes, y yo lo era. Pero no demasiado. Mi madre había resultado ser una buena hechicera y utilizaba su magia en la creación de cataplasmas. De joven había viajado por el mundo en busca de nuevos ingredientes para sustituir aquellos que poco a poco e inevitablemente comenzaban a escasear, y así conoció a mi padre. No sé demasiado de él, excepto que era un animaus, un humano capaz de transformarse en animal. Según lo que dice mi madre, él era un lince. A veces me parece verlo cerca de casa, pero nunca he sentido la confianza como para aproximarme.
Cerré los ojos intentando que mi cerebro se centrase en algo menos doloroso justo cuando comenzaron a escucharse pasos en la silenciosa biblioteca. A mi espalda un grupo de estudiantes comenzó a cuchichear animadamente y me pudo la curiosidad. Abrí los ojos y seguí con la vista a Cédric Runneaw, el chico que había demostrado ser uno de los más prometedores de mi curso, en su rumbo hacia el estante de conjuros avanzados. Antes de coger un libro se giró para observar a las jovencitas que suspiraban a mi espalda, sonriendo.
No pude evitar poner los ojos en blanco. Será fanfarrón.
Al instante Cédric clavó sus ojos grises en mi y avanzó con paso decidido hasta el asiento frente al mío, cambiando su sonrisa por una intimidante. Sabía que era una de sus posibles rivales.
- Cédric…- Saludé con la cabeza, intentando ignorarle. En mis adentros me había puesto nerviosa, pues no estaba preparada para un enfrentamiento directo. Extendí mi mano despacio hacia la varita que reposaba en la mesa, para sentirme más segura.
- Nayde, ¿no?- Preguntó, como si en cinco años pasando lista no se hubiera aprendido mi nombre. Asentí como respuesta.- Veo que estás preparándote para los exámenes. ¿De qué será tu disertación?
- Sobre la utilización de polvo de amatista en sustitución de elementos de difícil obtención como el cuerno de unicornio- Respondí de carrerilla. Mi madre me había ayudado a elegir un tema y me había basado en su experiencia para hacerlo. Más bien mi madre había elegido el tema por mi, ya que pensaba que causaría más impacto que hablar de cómo creía yo que funcionaba la magia en nuestro cuerpo.
- Interesante- Admitió Cédric, aunque su rostro era completamente inexpresivo. Inspiré hondo y lo miré. No quería siquiera mantener la cortesía y preguntarle por su disertación. Tampoco pareció importarle- Yo llevo varios meses elaborando junto a mi padre un complejo hechizo de nivel cinco. Una invocación. Creo que he conseguido el léxico adecuado para ser capaces de llevarlo a cabo a pesar de su elevado costo…- Hizo una pausa y sus ojos se dirigieron hacia mi varita. Instintivamente la oculté bajo la mesa, pero ya era tarde- Puede que te pida ayuda para ver si puedo adaptarlo a canalizadores menos óptimos.
Esas palabras fueron como una cuchillada. A mi espalda pude escuchar las risitas más disimuladas de las más jóvenes, que evidentemente debían ser más pudientes que yo. En la magia había clases, y yo podía ser muy buena estudiante, pero necesitaría esforzarme mucho para poder siquiera aspirar al trabajo que él estaba realizando.
Forcé una sonrisa.
- Claro, seguro que puedo aconsejarte.- Hice énfasis en la última palabra, cerrando el libro con un golpe seco y volviendo a la estantería para dejarlo. Cédric me siguió y, resoplando, me giré y quedé frente a él. Apretaba la mandíbula con un aire molesto.- ¿Ocurre algo cédric?
Él apretó los labios hasta que no fueron más que una línea, empujándome con suavidad hacia una zona menos concurrida.
- Escúchame, Nadie. Porque al final eso es lo que eres, Nadie. Una bruja con mucho potencial que no podrá alcanzar la cima por culpa de su dinero. Una joven promesa a la que el dinero no le permitirá ascender. Yo tendré la fama, Nadie. Y tú te quedarás con las sobras.
Tras aquella especie de amenaza desmoralizante, Cédric me soltó y se dio la vuelta, estirándose mientras caminaba y se sentaba junto al resto de jovencitas que habían observado nuestra discusión. Yo guardé mi varita de nuevo en el bolso, notando que irradiaba calor. Había sentido la magia fluir en mi interior ante la amenaza de sus palabras y el corazón me latía desbocado del puro susto. Ya había oído ese mote antes, por lo que no me sentí incómoda con él. Mientras me creyera Nadie, no se preocuparía por mí. Pero yo era mucho más que eso.
Y no tardaría en averiguarlo.
Si me seguís en twitter ya sabréis que el motivo por el cual no subí entrada fue que estaba enferma, pero por si acaso, os lo recuerdo por aquí. De todos modos llegan pronto los examenes y es posible que hasta nuevo aviso deje las entradas de los miércoles como algo opcional.
En fin.
Esta vez he decidido traeros un nuevo relato de la historia que la semana pasada consiguió muchos buenos comentarios y podéis leer aquí. Nuestra protagonista se llama Nayde (por cierto, seguramente en twitter hayáis visto que fangirleo mucho con ella) y como fue un personaje con el que roleé, tiene una actriz que la interpreta. De momento os he puesto un fanart, aunque tal vez sepáis sacar de quién se trata. Si subo su ficha os diré quién es :)
Ahora os dejo este relato pero antes desearos un feliz fin de semana :)
Tras más de cinco años estudiando en la academia de magia Thompson, una de las más prestigiosas de toda Auria, estaba lista para el examen final. Seguramente lo aprobaría sin mayor dificultad, pero ese no era el premio. Cientos de hechiceros salían de sus puertas cada año y labrarse un futuro en un mundo en el que la magia escasea era cada vez más difícil.
No, yo no quería ser una más. Quería ser la mejor. Una pizca de ambición, quizás.
En parte, también quería el premio.
Al finalizar el curso escolar, los alumnos éramos puestos a prueba en diferentes tests de aptitud, la comprensión de la magia, memorización de los hechizos y todo lo que habíamos aprendido. Tras todo aquello se seleccionaba a los que obtenían las mejores notas y se realizaban duelos entre los estudiantes en los que el vencedor recibía un lujoso y potente canalizador, una varita de los mejores fabricantes del país, capaz de reducir el costo energético de los hechizos una barbaridad. Las habíamos podido probar cuando hubo una conferencia sobre canalizadores y sus propiedades, y había sentido como la magia fluía por cada hechizo, casi sin sentirla.
Había sido maravilloso.
Así que me había dispuesto conseguirla.
Me pasaba los días en la biblioteca, estudiando hechizos y recogiendo información sobre la magia. Mis notas siempre habían sido de las más altas de la clase, aunque siempre fallaba en la práctica. Los hechizos nunca me salían con fluidez, aunque puede que se debiera a mi varita.
Dejé el libro de lado, algo desconcentrada, y me giré para observarla. A simple vista podría parecer una rama con grabados, pero era bastante más. Se había reentramado la corteza del sauce del cual había salido y se veía que eran las propias vetas de la madera las que formaban los grabados. Tenía alguna pequeña tara y otras anormalidades, y podría haber tenido incrustaciones como las de los bastones, que daban mayor potencia, pero no era algo que pudiéramos permitirnoslo.
La magia era para personas pudientes, y yo lo era. Pero no demasiado. Mi madre había resultado ser una buena hechicera y utilizaba su magia en la creación de cataplasmas. De joven había viajado por el mundo en busca de nuevos ingredientes para sustituir aquellos que poco a poco e inevitablemente comenzaban a escasear, y así conoció a mi padre. No sé demasiado de él, excepto que era un animaus, un humano capaz de transformarse en animal. Según lo que dice mi madre, él era un lince. A veces me parece verlo cerca de casa, pero nunca he sentido la confianza como para aproximarme.
Cerré los ojos intentando que mi cerebro se centrase en algo menos doloroso justo cuando comenzaron a escucharse pasos en la silenciosa biblioteca. A mi espalda un grupo de estudiantes comenzó a cuchichear animadamente y me pudo la curiosidad. Abrí los ojos y seguí con la vista a Cédric Runneaw, el chico que había demostrado ser uno de los más prometedores de mi curso, en su rumbo hacia el estante de conjuros avanzados. Antes de coger un libro se giró para observar a las jovencitas que suspiraban a mi espalda, sonriendo.
No pude evitar poner los ojos en blanco. Será fanfarrón.
Al instante Cédric clavó sus ojos grises en mi y avanzó con paso decidido hasta el asiento frente al mío, cambiando su sonrisa por una intimidante. Sabía que era una de sus posibles rivales.
- Cédric…- Saludé con la cabeza, intentando ignorarle. En mis adentros me había puesto nerviosa, pues no estaba preparada para un enfrentamiento directo. Extendí mi mano despacio hacia la varita que reposaba en la mesa, para sentirme más segura.
- Nayde, ¿no?- Preguntó, como si en cinco años pasando lista no se hubiera aprendido mi nombre. Asentí como respuesta.- Veo que estás preparándote para los exámenes. ¿De qué será tu disertación?
- Sobre la utilización de polvo de amatista en sustitución de elementos de difícil obtención como el cuerno de unicornio- Respondí de carrerilla. Mi madre me había ayudado a elegir un tema y me había basado en su experiencia para hacerlo. Más bien mi madre había elegido el tema por mi, ya que pensaba que causaría más impacto que hablar de cómo creía yo que funcionaba la magia en nuestro cuerpo.
- Interesante- Admitió Cédric, aunque su rostro era completamente inexpresivo. Inspiré hondo y lo miré. No quería siquiera mantener la cortesía y preguntarle por su disertación. Tampoco pareció importarle- Yo llevo varios meses elaborando junto a mi padre un complejo hechizo de nivel cinco. Una invocación. Creo que he conseguido el léxico adecuado para ser capaces de llevarlo a cabo a pesar de su elevado costo…- Hizo una pausa y sus ojos se dirigieron hacia mi varita. Instintivamente la oculté bajo la mesa, pero ya era tarde- Puede que te pida ayuda para ver si puedo adaptarlo a canalizadores menos óptimos.
Esas palabras fueron como una cuchillada. A mi espalda pude escuchar las risitas más disimuladas de las más jóvenes, que evidentemente debían ser más pudientes que yo. En la magia había clases, y yo podía ser muy buena estudiante, pero necesitaría esforzarme mucho para poder siquiera aspirar al trabajo que él estaba realizando.
Forcé una sonrisa.
- Claro, seguro que puedo aconsejarte.- Hice énfasis en la última palabra, cerrando el libro con un golpe seco y volviendo a la estantería para dejarlo. Cédric me siguió y, resoplando, me giré y quedé frente a él. Apretaba la mandíbula con un aire molesto.- ¿Ocurre algo cédric?
Él apretó los labios hasta que no fueron más que una línea, empujándome con suavidad hacia una zona menos concurrida.
- Escúchame, Nadie. Porque al final eso es lo que eres, Nadie. Una bruja con mucho potencial que no podrá alcanzar la cima por culpa de su dinero. Una joven promesa a la que el dinero no le permitirá ascender. Yo tendré la fama, Nadie. Y tú te quedarás con las sobras.
Tras aquella especie de amenaza desmoralizante, Cédric me soltó y se dio la vuelta, estirándose mientras caminaba y se sentaba junto al resto de jovencitas que habían observado nuestra discusión. Yo guardé mi varita de nuevo en el bolso, notando que irradiaba calor. Había sentido la magia fluir en mi interior ante la amenaza de sus palabras y el corazón me latía desbocado del puro susto. Ya había oído ese mote antes, por lo que no me sentí incómoda con él. Mientras me creyera Nadie, no se preocuparía por mí. Pero yo era mucho más que eso.
Y no tardaría en averiguarlo.
Hola!!
ResponderEliminarAcabo de Toparme Con Tu Blog
El Relato Me ha Encantado de Maravillas
Desde Ya tienes Una Nueva Seguidora
Me Pasare a Leer tus Otros Relatos ;)
Un Beso
Aix... Escribes muy bien, no sé de donde sacas tanta imaginación para crear todo ésto. Pues a pesar de lo idiota que me ha parecido Cédric, me gusta. Se le nota que tiene miedo de que ella llegue a superarle.
ResponderEliminarUn beso!
Hola!! Leí que eres santanderiana, exactamente de que parte del mundo esta eso, porque me emocione porque yo también soy Santanderiana hahaha pero no se de que país eres. Me gusta tu blog.
ResponderEliminarBesos linda ya te sigo
Hola Gemma!
ResponderEliminarLa verdad tienes tanta virtud para hacer del personaje más idiota, el más querido. Defines muy bien las personalidades y logras que tengamos la senascion que existe en carne y hueso. De los mejores relatos, lejos! Creo yo.
Otra cosita para terminar: Te he nominado a un premio ^^
http://pqbl.blogspot.com.ar/2015/04/bloguera-con-buen-rollo.html
Un besito!
Me da que ha alguien le corroe la envidia...
ResponderEliminarIgualmente has logrado a dos personajes con mucho gancho, y estoy segura de que nos sorprenderás con sus sucesivas aventuras :D
Un besote
Lena
Hola, creo que te has equivocado de persona porque me has bloqueado en Twitter. Muy buena la serie y el blog, espero que la y lo sigas. Sólo una cosa: Cédric, nombre propio, se escribe con mayúscula. Un saludo. :D
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