La naturaleza del dragón ~Microcuento~
Hola Chicos! Aquí os dejo un microcuento un poco largo, también lo subiré a Wattpad, pero primero quería subirlo aquí. Surgió gracias a una pregunta en el ask, ya que tengo una promoción en la que me dais una palabra/pareja de fic/ algo y escribiré sobre ello. Si queréis, podéis hacerlo vosotros también, bien desde el Ask o bien dejando un comentario en el blog o... bueno, como queráis :D En el ask, aparte, podéis preguntarme cosas sobre la historia, o sobre lo que queráis. Estaré encantada de contestaros, aunque si me pedís un drabble, os pido paciencia.
Espero que os guste!
Serpenteaba cuidadosamente, con sus zarpas apenas rozando la arena. Firme, las escamas de su cuerpo brillaban iridiscentemente al reflejar la luz del sol. Parecía estar bailando un tango, un tango peligroso, pero al mismo tiempo, cautivador.
Muchos hombres parecían temer a los dragones, pero, para él, eran una pasión. Desde pequeño le habían enseñado, como a cualquiera, las reglas básicas para atacar y defenderse de un dragón. Vivía en un pueblo costero en el que esas criaturas se entrometían constantemente, causando estragos. Habían intentado erradicarlas demasiadas veces, otras procuraron domarlas.
Pero no puedes domar algo tan salvaje como un dragón, por mucho que lo intentes. Era imposible cambiar su naturaleza.
El dragón que estaba observando no era más que una cría, demasiado pequeña aún para aprender a volar. Se encontraba en una cala abandonada, donde, desde hacía mucho tiempo, los barcos no atracaban.
Un cangrejo se acercó demasiado a la criatura, que, en apenas unos segundos, ondeó su cola, se agazapó, y preparó su asalto. Un rápido movimiento y la criatura estaba entre sus zarpas, suplicando clemencia. El dragón abrió sus fauces e intentó expulsar una llamarada, pero sus pulmones aún no habían acumulado el calor suficiente para soltar fuego, por lo que solo una pequeña humareda cubrió al crustáceo.
El joven no pudo reprimir su risa. A pesar de estar a una distancia prudencial, pudo notar la cabeza del dragón virar en su dirección, y pronto se encontró con sus ojos negros, profundos como la noche más oscura. Tragó saliva. Una cosa es que los dragones fueran su pasión. Otra muy diferente, era no temerles.
"Suerte que solo es una cría" fue lo primero que surcó su cabeza. No era capaz de volar, no podría hacerle daño. No podría alcanzarle.
La madre, en cambio, era otra cosa.
Una sombra se cernió sobre él. Como en las leyendas, la criatura era tan grande que cubría el firmamento. De golpe se había hecho la noche para él. El chico cerró los ojos. "Bueno, este es mi fin".
El viento que levantaban sus alas hizo que acabara de bruces contra el suelo, pero nunca dejó de observar a la criatura que poco a poco iba descendiendo. Sus escamas eran negras, tan cuidadas como las de su cría. Había una hilera de cuernos recorriendo su alargado y esbelto cuello, hasta la unión con las patas delanteras, y unas pocas al final de la cola. Era una herramienta de guerra perfecta.
El joven no huyó. No podía, puesto que estaba fascinado, contemplando como un ser de tal tamaño era capaz de mantenerse en el aire únicamente con un par de alas membranosas como aquellas. Casi le parecía un delito huir, cuando tenía aquella bella silueta para contemplar.
Pronto la dragona pisó tierra, y se hizo paso entre los árboles hasta el joven, veloz, serpenteando con la misma gracia con la que se movía su hijo por la arena, fue esquivando árboles hasta quedar a su lado. Resultaba fascinante darse cuenta de que la criatura podría quemar todo aquel bosque, pero prefería avanzar pacíficamente por él.
El joven quedó acorralado frente a un árbol, sintiendo las ramas clavarse entre su omóplato y un par de costillas. Sabía que no podría correr, había dejado pasar ya la oportunidad. Un rugido pareció surgir del interior de la madre, que tenía la mandíbula entreabierta. Resultaba amenazadora, protegía a su cachorro. Observó los ojos azules de la madre, con la pupila tan fina que era apenas una línea perdida en aquel mar azul.
¿Serían, acaso, lo último que viera?
¿Serían, acaso, lo último que viera?
El corazón le empezó a latir con fuerza. Nunca había creído que por observar a una criatura desde lejos, sin ninguna intención de hacerle daño, pudiera acabar así. Él simplemente disfrutaba observando, analizando sus movimientos, estudiando. No, no merecía morir por mirar.
Sintió el calor escapar por el hocico de la madre, y sus piernas empezaron a temblar.
- No, por favor...- Musitó. Qué triste, suplicando piedad a un dragón. Si algun día encontraban sus restos, en su tumba debería poner "aquí yace, Fenris Iovec, el que suplicó piedad a un dragón". Los niños irían a su lápida a reírse de él.
La criatura lo arrinconó todavía más contra la pared, notaba su hocico contra su ropa. Ese sí sería el fin. Había sido desoído por una dragona enfadada por observar a su hijo, e iba a morir en aquel mismo instante.
- ¡No, para!- De golpe una chispa de esperanza brotó en su interior, justo cuando una joven habló, avanzando a la carrera hacia ellos. La dragona movió la cabeza en su dirección. Era una joven rubia, con el pelo largo ondeando al viento, una camiseta azul y una falda corta que facilitaba su movimiento. Fenris la miró, sorprendido por ver que la dragona parecía obedecerla.- ¿Qué te dije de atacar a extraños? ¿Acaso ha hecho algo?
Con un gruñido, la criatura bajó la vista.
- No, eso no me vale, tu hijo está bien, y lo sabes, Nocia. No iba a hacerle daño.- Hubo una pausa, la dragona se agachó más y, entonces, la joven corrió a acariciar y rascarle detrás de la oreja.- Bueno, bueno, no hagamos un drama. Vé con tu hijo.
Fenris entreabrió la boca. ¡La dragona se estaba dando la vuelta, obediente! No podía creerse lo que estaba pasando.
- ¿Cómo lo has...?- Empezó a preguntar, antes de ser cortado por la joven.
- No, aquí las preguntas las hago yo. ¿Por qué estabas aquí? Nocia lleva escondiéndose aquí
desde hace años, nadie excepto ella y yo sabemos de su existencia.- Comenzó, mostrándose enfadada. Fenris volvió a retroceder. El dragón parecía menos peligroso.- Bueno, ¿Piensas contestarme?
- Y-yo... no sé, si-siempre me gustaron los dragones y- Tartamudeó Fenris.- Escuché a la cría... ¡No quería hacerla daño! ¡Me encantan los dragones, nada más!
- ¿Nada más?- Preguntó ella, inquiriéndole con un dedo acusador.- ¿Lo prometes?
- ¡S-Sí, lo prometo!- Fenris carraspeó. No quería seguir pareciendo un joven asustado.- Sólo quería observalres. Nunca les haría daño.
Durante unos segundos, solo hubo silencio. Fenris confiaba en que esa muestra de sinceridad le permitiera salir vivo de aquella.
- Está bien, te creeré. Vete. Espero que no vuelvas.
El joven asintió, corriendo de vuelta a su casa.
Sin embargo, a la semana volvía a estar observando a la madre y a su cría, ya más habituadas a su presencia.
Porque, a fin de cuentas, era imposible cambiar su naturaleza.
¿En serio te crees que por escribir 4 lineas simplonas después de leerte unos libros eres escritora? Los escritores de verdad no presumen de serlo, tu chica, no tienes talento para serlo, algo que no es malo pero si difícil de asumir.
ResponderEliminarAsúmelo antes de que cometer el error de creerte algo que aun no eres.
Un cordial saludo.
Lo siento mucho si no te gusta, sé que tengo fallos, pero no voy a rechazar oportunidades, y mucho menos desmoralizarme por cosas como esta. Escribir es un hobbie, una pasión, y una diversión. Nunca he presumido de ser escritora, pero si la gente puede subir lo que piensa, yo también puedo, con que le guste a alguien, quedo satisfecha.
ResponderEliminarY, sinceramente, si disfrutas desmoralizando a gente que no conoces, deberías plantearte tus aficiones un poco mejor.
Un saludo.