Relato corto El Fantasma del Lhanda: La magia separa.
Bueno, he decidido hacer una cosa, que es dar un premio a la gente que lee el fic y lee el blog. Escribí hará una semana un capi desde el punto de vista de Tao, el hermano de Clarya, y sólo va a ser publicado aquí, en el blog... porque en parte tampoco creo que merezca la pena subirlo a fanfic xD. El relato se me ocurrió en el bus, mientras leía y daba vueltas a la cabeza xD. Me he inventado el concepto de Zane, que proviene de Nacidos de la Bruma: el pozo de la Ascensión. Es el nombre de un personaje que no es que me caiga muy bien, pero sin embargo me dio el significado que luego incluí en la historia. Así que nada, os dejo con el relatillo. Advertencia: no es nada del otro mundo. xD
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Desde muy joven ya sabía que mi hermana era una bruja, por mucho que no se lo dijera a mis padres. Clarya era diferente al resto de personas, no en aspecto ni en personalidad, sino que siempre había algo raro en ella.
Al principio, notar ese cambio en ella me era incómodo. Sentía como si se apartase de mí. Era algo que actuaba como una premonición. Sabía que la magia nos separaría tarde o temprano. Luego comencé a ponerme cada vez más inquieto e intranquilo, mientras ella aprendía más a manos de una mujer apenas 3 años mayor que yo, que se volvió parte de la familia en un abrir y cerrar de ojos. Adelle, la ladrona. En parte sentía que ella me estaba robando la atención de mi hermana. Otras veces culpaba a la magia.
Finalmente el distanciamiento llegó a tal punto, que ambos tomamos caminos completamente opuestos. En casa seguíamos siendo familia, y nos queríamos, pero ella… yo… Ella era una bruja, y yo un soldado. Comenzaron a llegar rumores de hombres que pedían recompensa por recibir brujas, y pronto llegó la Ley, esa horrible norma que hizo realidad mis peores pesadillas.
La magia me separaba de mi hermana.
Trabajé muy duro hasta que ahorré lo suficiente para que mi hermana pudiera escapar. Fui con ella al puerto, y le di los dos billetes, uno para Surina y otro para Clarya. Ella me abrazó y me dejó un pequeño bote con tomillo, para poder recordarla.
- Es un Zane- Me había dicho. En nuestra familia habíamos creado un significado para esa palabra, algo que te recuerda lo que anhelas y que te hace continuar únicamente para lograrlo.- Para que me recuerdes.
Partió sin muchas palabras más, y yo seguí entrenando para ser su enemigo. No quería encontrarla, pero había más cosas que podía hacer siendo soldado. Cosas buenas, ayudar a gente. Capturar brujas no era la orden del día.
Al menos no hasta que me ascendieron y fui a acabar a ese estúpido barco. El Lhanda. El barco en el que mi hermana debía haber escapado.
- Pero la idiota de mi hermana no llegó a irse- Musité, frustrado, mientras paseaba tratando de no dar con mi hermana al tiempo que quería dar con ella. No quería, porque no quería dañarla. Quería por egoísmo, y para que nadie más la capturara.
Había estado al lado de Clarya, y lo sabía. Sin embargo, no fui capaz de acercarme a ella, ni de demostrarlo. Prefería hacerme creer que no sabía nada de ella, que había escapado. También había visto a Surina y a aquel chico salir a la cubierta del barco, pero no les había seguido.
Ofuscado, me senté en una de las mesas del comedor, al lado de la ventana, y pedí un café. Mientras esperaba hundí la cabeza en mis manos, con los ojos cerrados.
Alguien dejó un par de llaves en mi mesa. Alcé la vista mientras veía a Munch sentarse.
- Necesito pedirte algo.
- Sí, capitán.- Dije, obediente.
- Quiero despedirte hasta mañana.
- ¿Disculpe?
- Tienes que entregar esto a nuestro… colaborador- El maldito soplón que había vendido a mi hermana. Señaló las llaves.- Pero no deben vincular al ejército, ni a mí, con esa recompensa. La llave abre la puerta de una de las taquillas que se encuentran en el almacén del dirigible. ¿Cuento con usted?
Observé al hombre, pero finalmente asentí. No podía oponerme a sus órdenes. El general sonrió.
- Muchas gracias por su colaboración, sargento… o ex-sargento.- Sonrió el hombre, levantándose.- Que disfrute del café.
Asentí, observándole despedirse, y me centré en mi bebida. Observé las llaves y encontré una hoja doblada entre ellas. Al parecer era el número de la taquilla. El 57. Observé el número un rato, antes de guardarme el papel en un bolsillo y las llaves en el otro. Ya que había vendido la vida de mi hermana, al menos que le costase recibir su recompensa.
- ¡Mamá, mamá! ¡Acaban de aparecer unos zapatos en el suelo!
Observé a la niña que acababa de comentar aquello, y seguí su mirada. Era cierto que unas pequeñas sandalias blancas habían aparecido en medio de la cubierta del Lhanda. Esas sandalias me eran extrañamente familiares.
“Hermanita…” pensé, sonriendo levemente. “Sigues siendo igual de torpe”
Terminé el café lentamente, sin prisa. Sabía cómo se sentiría mi hermana. Éramos imanes girando, nos atraíamos y repelíamos constantemente, sin saber cuál de los dos tenía más fuerza. Yo quería hablar con ella, pero no podía.
- ¿Sabes?- Surina apareció a mi lado, sorprendiéndome.- Al parecer Daimen quiere llevarnos a tierra de Nadie para ser el verdadero capitán y poder dar órdenes. Eso hace que un civil pueda hacer lo que le dé la gana. Delatar o no a sus amigos, novios… hermanas…
- No quiero delatarla, Surina.
- Ya, pero obedeces órdenes… A no ser que, por un casual, cuando la veas seas un civil.
- ¿Quién te ha invitado a copas y cómo lo sabes?
Ella sonrió, levemente sonrojada, y se levantó. Me abrazó, tan cariñosa como siempre y luego me dejó ir. Me levanté y fui a cubierta.
Al parecer fui justo cuando mi hermana pretendía entrar. La escuché maldecir mientras se apartaba. “Ojalá supiera calcular la distancia a la costa…” pensé para mis adentros. Intenté ubicar a mi hermana sin éxito, e instintivamente llevé la mano al Zane, mi colgante.
El Zane servía para recordarme que tenía que proteger a mi hermana a toda costa, que tenía que, un día, poder estar a su lado sin miedo de ser llevado a prisión.
Al parecer ese día había llegado, o eso quise creer. Estaba a su lado, y no debería preocuparme por tener que delatarla. Desabroché el colgante. Sólo sería un día, pero merecía la pena malgastar el amuleto por un rato.
Estornudó, presa de su alergia, y yo fui capaz de localizarla. Fue un golpe bajo, pero ella quiso darme eso como recordatorio. La sujeté mientras tosía y lloraba, únicamente para evitar que escapara. Necesitaba estar a su lado.
- ¿Al final decidiste traicionar a la persona que más te ha querido, Tao?- La magia quería separarme de ella, hacía todos los esfuerzos posibles. Clavaba su arma y retorcía con fuerza sobre una herida que tardaría mucho en sanar. - ¡Eres la persona más horrible del planeta! ¿¡Cómo puedes hacerme esto?!
Mi hermana empuñaba ese arma con cruel violencia, sin darse cuenta. La magia nos empujaba lejos, muy lejos.
Pero era necesario mucho más que un truco de magia para separarme de alguien tan quejica como ella.
- Sigues igual de chillona- Me quejé, sonriendo, bromeando levemente, antes de abrazarla.
Aysha!!!! ohh no sabes cuanto te extraño, ando en california de vacaciones por eso no me he conectado ni puesto al corriente y de verdad extreño mi fic favorito!!! prometo solemnemente (jajaja) ponerme al corriente en cuanto regrese, espero que estes bien amiguita!!! salu2 y besos!!!
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